domingo, 26 de marzo de 2017

Friedrich




                                                 "Temo que no podamos desembarazarnos de Dios, pues
                                                                    seguimos creyendo en la gramática”
                                                                                   (Nietzsche)

Recordaba bien aquella mañana en la torre. En su bondad, el invierno y la nieve habían destituido la variedad. Ningún rasgo agitaría ahora su memoria. La blanca página frente a su ventana, salpicada apenas por volátiles comas desvanecidas en un horizonte difuso, constituiría en adelante su único pergamino. Era preciso desalentar el orden inconexo de las frases, anular la sintaxis del pasado, imponer silencio en el caos.
Sí, también entonces parecía fácil.

Había sido ya tantos. Un niño: en primavera vislumbraba desde la azotea un pavoroso vacío azul surcado por golondrinas, recelaba de que cielo y horas continuasen siempre, siempre, husmeaba el miedo a que para siempre se acabasen. Debo labrar mi propio huerto. Abrazar un caballo lacerado por un cochero, retornar, callar. Tantos he sido, y ninguno yo.

¿Tan cansados están los hombres de mí?

Hermano del alma, Scardanelli, cobíjame. No sea que nunca haya de terminar este viaje.
No sea que mañana nunca escampe.
Secos los ojos, el terror inunda mi corazón.